Después de preguntar en la red ¿por qué a los vecinos les encantará azotar la puerta? Una respuesta me hizo recordar las puertas de todas las casas donde viví.
¿Esta será otra cosa que agradecer al zapatero (mi padre)? No azoten la portezuela, siempre nos decía mi padre al subir al coche.
A mi mente vino una cortina color verde botella mugrosa, lo que la hacía más oscura, unas florecillas rosas se apreciaban si la miraba más arriba. La puerta de fierro color verde pistache tenían un pasador y aldabas donde se ponía un candado, al igual que en la cocina solo que esa puerta era hechiza y de madera de color azul y con cortina semi transparente, era en la calle Carranza. Antes sobre esa misma calle solo que 4 casas antes tampoco había cortinas, las puertas blancas tenían pasador y se ponía candado, creo que era más seguro que una chapa que solo era la de la puerta principal.
En la casa de la calle Benito Juárez no había cortinas, eran tres cuartos divididos por paredes a los lados como una especie de corredor, la puerta no la recuerdo.
Cerrada San Francisco. Puertas de fierro color negro con vidrio dividida en cuatro, abrir y cerrar de puertas algo así como tres veces al día y bendito ruido de la cisterna.
En Nuevo México, también eran puertas mal hechas con tablas, aldabas en ambas caras de la puerta, cerrábamos con candados y las cortinas eran esas verdes botella ya deslavadas y las suplieron unas floreadas de color azul.
Francisco I. Madero: puerta con vidrio dividido en dos, chapa y pasador por dentro, con cortinas multicolor.
Privada San Francisco, puerta de fierro con chapa, sin cortina, así que la jalábamos con cuidado, no así los vecinos que disfrutaban de azotar sus puertas y la de la entrada al edificio. Ya dentro de casa cerrábamos la puerta y deteníamos el tirador para que cerrara sin tanto ruido. Las puertas de las recámaras y baño de fierro tenían pasador.
Carranza (otra vez) chapa y cortina de colores y semitransparente porque se encerraba el calor.
Chimalpopoca, puerta de fierro de esas pesadas de tantas manos de pintura, divida en cuatro dos vidrios con relieve, uno liso y una lámina, con cortina ahora las transparentes no ayudaban mucho porque si se traslucía así que hicimos unas lisas.
La vivienda estaba en medio de un par de vecinos que les encantaba azotar puertas y más si nos veían por la ventana de la cocina, cosas de personas ordinarias. Cuando no estaba la dueña todos azotaban puertas, incluso ella daba el portón cuando entraba por la puerta principal, pero de pronto se asomaba para gritar que no azotáramos las puertas.
Miguel Hidalgo, muros donde todo se escucha, nueve torres, cinco departamentos por cada una y la mayoría azotan la puerta de su depto y además la reja que le antecede.
Entiendo que al tener la ventana abierta se azote, pero a las 2, 4, 6 de la mañana cuando salen por la prisa de ir a su trabajo y a eso le sumo el azotar la reja del estacionamiento y la puerta de la entrada de la unidad.
Después de esta reseña, creo que soy yo. En la oficina tampoco tolero que den el portazo, no hay necesidad.
En casa de pronto me pasa, que jalan la puerta y ¡zas! O sea, solo la jalan y ya, pero ese sonido me levanta los pelos, sobre todo cuando se levantan al baño de madrugada, ruido del picaporte, luego el ¡zas! al cerrar la puerta del baño y después de la recámara…
Me pregunto: ¿es necesario tanto ruido?
¿Anunciar que se entra o se sale?
Que claro, si es una forma de sacar eso que les molesta, estoy de acuerdo, pero piensen en los demás.
Y quiero que quede constancia de que no es neurosis de confinamiento.
AleskaHadaVerde
#Cuarentena2020
Escrito
en 17 mayo, 2020