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Caminaba Hannaipú [el dios que todo lo puede] muy triste. Era un martes por la mañana y hacía calor en la orilla del mar.
– ¿En qué me equivoqué? ¿Qué fue lo que hice mal?
Cientos de años habían pasado, su imagen y semejanza era cada vez era más borrosa y ajena.
– Les di todo: casa, comida, un paraíso… ¿Por qué con nada se sienten contentos? ¿Qué más necesitan para llenar su vida y sus corazones?
Cientos de años habían pasado, su imagen y semejanza destruyó su casa, su imagen y semejanza olvidó sembrar la tierra para cosechar su comida, su imagen y semejanza envenenó ríos, lagos y mares, su imagen y semejanza vivía en el caos y la inmundicia. El rojo atardecer caía sobre Hannaipú, tan pensativo estaba que no advirtió que unos metros detrás caminaba Izannaipú [el dios que todo lo duda].
– ¿Sigues creyendo que tu…
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